julio 19, 2007
Lanzamiento de la campaña presidencial en el Teatro Argentino de La Plata

 

En este mismo lugar, hace exactamente dos años, convocábamos a los hombres y mujeres de la provincia de Buenos Aires; la convocatoria era para incorporar definitivamente a esta provincia al proyecto que el presidente Kirchner inició un 25 de mayo del 2003.

Había cuestionamientos al rumbo que habíamos emprendido. Un presidente con apenas el 22% de los votos. No me voy a cansar nunca de repetirlo. Más desocupados que votos. En un momento de la Argentina en que parecía que el país se nos desintegraba en las manos. Y a dos años de comenzar esa gesta había cuestionamientos al rumbo. Derechos Humanos, relaciones de Estado y mercado, cómo se posicionaban los poderes del Estado frente a los poderes de la economía. Cómo construíamos un proyecto en el que volviera a ser el pueblo el eje central. Había cuestionamientos. Casi jaque mates que querían para ese presidente. Y desde aquí convocamos a millones de bonaerenses para incorporar la provincia a ese proyecto. El 23 de octubre. Octubre, siempre octubre. Parece que nos persiguiera octubre. El 23 de octubre, el pueblo de la provincia y el pueblo de la patria confirmaron el rumbo que habíamos iniciado. Y hoy, a cuatro años de gestión, ese rumbo se ha profundizado. Yo no quiero, en el día de hoy, venirle a hablar de cifras. Ya vamos a tener tiempo de aquí al 28 de octubre. Ya por otra parte la conocen y la viven muchísimos argentinos. La disminución de la desocupación, el desendeudamiento, el crecimiento de la actividad económica, de las fuentes de trabajo, de las exportaciones. Números fríos pero, que en lo concreto significan una incorporación a la vida de millones de argentinos que se habían caído y que estaban en la mano de Dios, definitivamente. Yo no quiero venir a hablarles de cifras, quiero venir a hablarles de lo que considero las tres construcciones basales, casi fundacionales de estos cuatro años. Y sobre los que vamos a construir la Argentina que viene, la Argentina del Bicentenario.  Sobre esas tres construcciones quiero hablarles esta tarde, en esta mi querida ciudad de La Plata. Quiero hablar de la primera construcción que más que construcción es una reconstrucción del Estado constitucional democrático en la Republica Argentina. Hemos reconstruido el sistema en la toma decisiones que fija la Constitución Nacional para sus tres poderes del Estado.

No es una cuestión menor. Había una clara percepción en la sociedad, desde ya varias décadas, que quienes ocupaban el sillón de Rivadavia, no podían o no querían representar el interés del conjunto. Había una clara intuición popular que, por presión de sectores, de grupos económicos, de grupos de presión o tal vez por decisión, o tal vez por decisión, quien ocupaba ese sillón no era realmente quien tomaba las decisiones.

Esto llevó a un deterioro de la institución presidencial insoportable casi para un sistema representativo y republicano. Ni que hablar, ni que hablar de ese Poder Legislativo que también por defección, por presión o por corrupción podíamos ver que en lugar de votar las leyes que merecían y necesitábamos los argentinos, se votaba porque lo pedía el Fondo. Porque un ministro tenía la Banelco o porque los militares habían salido a la calle. Ese poder que también dejó de representar los intereses populares contribuía al deterioro de la confianza en el sistema representativo de la Argentina. Ni que hablar del último componente: la Corte. Esa Corte que la vimos expuesta en todo lo que constituyó como convalidadora de la depredación contra el Estado Nacional. Lo pudimos ver los legisladores que en el Senado de la Nación tuvimos que juzgar a los miembros acusados por la Cámara de Diputados. Y veíamos cómo se desentrañaba la trama de un Estado silente que por connivencia entre funcionarios del Ejecutivo, silencio del Legislativo, y convalidación de la Corte se despojaba o se intentaba despojar de cifras millonarias al Estado. Lo pudimos ver claramente. Hoy, hemos reconstituido el sistema de decisión de Estado democrático constitucional. El Poder Ejecutivo, quien preside la República Argentina, toma las decisiones de acuerdo a sus convicciones y lo que prometió a la sociedad cuando se sometió al voto popular.

Hoy los legisladores votan de acuerdo al rol constitucional de oficialistas u opositores. Porque hace dos años aquí, quienes vinimos a pedir el voto como representantes de la Provincia de Buenos Aires lo hicimos para apoyar las políticas de un gobierno que considerábamos estaba mejorándole la calidad de vida a millones de argentinos. Entonces, cuando ocupamos nuestras bancas, estamos cumpliendo ese mandato popular y ese rol constitucional del mismo modo que los opositores lo cumplen votando en contra. No pretendo dar esta tarde una lección de derecho constitucional pero, simplemente quiero hablar de cuestiones que tienen que ver con la calidad institucional en serio de un país. Porque tal vez como en ninguno de las otras actividades y problemas que hemos tenido los argentinos como en el caso de los Derechos Humanos se patentice con mayor dramaticidad ese abandono de los roles constitucionales. El fallo reciente de la Corte Suprema de Justicia al decretar la nulidad de los indultos, viene conjuntamente con las declaraciones de nulidad de las cámaras y de inconstitucionalidad de la Obediencia y del Punto Final a cerrar un ciclo en la República Argentina. La reconstitución del Estado democrático constitucional.

No es una cuestión menor. Leyes que habían sido arrancadas a un Poder Legislativo por presión. Indultos que, lamentablemente, que ni siquiera por presión sino lo que es más lastimoso por decisión habían sido firmados convalidando ese círculo de impunidad que nos colocaban a la Argentina en lo que yo he denominado en numerosos foros internacionales la etapa pre democrática de la República Argentina. Porque puede haber impunidad porque alguien que ha cometido un delito no sea castigado, porque ha podido evadir la acción de la justicia pero, aquí era mucho peor. Aquí la impunidad había sido consagrada desde los propios poderes del Estado con lo cual nos remitía a una sociedad pre democrática. Restituir y reconstituir ese sistema constitucional, recuperar los roles de los poderes del Estado no era entonces una cuestión únicamente programática o de convicciones. Obedece puntualmente a poner en vigencia ahora y para siempre el texto de la Constitución Argentina que es de lo único que no tenemos que apartarnos los argentinos. Y digo esto porque, curiosamente, cuando en la República Argentina legisladores reconocían públicamente que votaban leyes por pedido del Fondo, cuando se reconocía que se arrancaban impunidades por la fuerza de las armas que el pueblo había depositado en la calle. Cuando, peor aún, cuando en la etapa de la dictadura militar la única división de poderes que conocían los argentinos era la de la Fuerza Aérea, el Ejército, la Marina ahí no escuchaba a nadie de los que hoy en letra de molde nos hablan de calidad institucional, hablar de calidad institucional.

Por eso, por eso, por eso sostengo con la Constitución en la mano que nunca como ahora hemos recuperado los roles que la Constitución asigna a presidente, legisladores y magistrados de la justicia. En la Argentina que viene esta construcción debe ser profundizada. Un Poder Ejecutivo como el brazo de gobernación y de administración del Estado que deberá impulsar planificación estratégica a mediano y a largo plazo. Un Poder Legislativo que también deberá calificar el debate despersonalizando la discusión, abandonando la competencia de agravios, y poniendo ideas, programas y fundamentalmente la responsabilidad desde donde habla cada uno.  Porque uno escucha muchas veces discursos, expresiones, valoraciones de gente que ha tenido la oportunidad de gobernar la Argentina por el voto popular y han fracasado estrepitosamente. Esto no los convierte en parias de la política o que no pueden opinar pero, por favor humildad y reconocimiento del lugar desde donde se opina. Porque la historia lo merece y los argentinos también. La calidad institucional no solo es responsabilidad de un gobierno. Es responsabilidad también de la oposición. Y en el sector privado también esa calidad institucional se expresa en sus empresarios, en sus dirigentes sociales, en las empresas periodísticas, calidad institucional en todos los mostradores y a todas las puntas. No de un solo lado. Esto es lo que significa la profundización de ese estado democrático y constitucional.

Es esa primera construcción instrumental porque, en definitiva, una forma de gobierno es el instrumento para que la política pueda llegar a la sociedad, hacerse carne a una sociedad y mejorar su calidad de vida, eso es por lo menos la concepción por la cual ingresé, en esta misma ciudad, hace muchos años a la política.

Y de esta primera construcción, de carácter institucional e instrumental quiero pasar a lo que yo considero una construcción esencial: la del modelo económico y social y tal cual lo dijimos aquí hace dos años presentamos un modelo económico social porque no concebimos a la economía como algo diferente a la sociedad. Reiteramos: los problemas de miseria, de inequidad, de desocupación, no se arreglan desde un ministerio de asuntos sociales. En todo caso eso sirve para paliar la situación, la vida de los argentinos se arregla o se desarregla desde la economía. Es la historia trágica y reciente no es concepción dogmática, no es idea extravagante. Es dato empírico de la realidad, experiencia trágica de todos los argentinos. Y este modelo de construcción económica y social, que yo defino como un modelo de acumulación y de inclusión social, es la contracara de la economía y modelo de transferencia de recursos y riquezas que operó durante el modelo neoliberal de los años 90 acumulación contra transferencia. Por eso millones de argentinos se caían del aparato productivo y, permítanme detenerme en esto de un modelo de acumulación. No es la primera vez que la Argentina plantea un modelo de acumulación. Tal vez el primero haya sido el de la Argentina del Centenario, exactamente, por esas casualidades de la historia hace ya más de cien años cuando la generación del 80.  Casualmente Dardo Rocha, de esta ciudad, es un producto de esa generación, de esa Argentina que quería convertirse en granero del mundo y que había puesto en lo agrícola y en lo ganadero su fuente de acumulación y riqueza; que colocó al país en un posicionamiento internacional importante pero que al mismo tiempo por la propia actividad al no generar puestos de trabajo también generaba miseria en las clases populares. Finalmente se desplomó, allá en el 30, producto de los ciclos económicos internacionales y luego el intento de sustitución de importaciones del peronismo trunco, por el golpe y por la incomprensión creo yo de las burguesías nacionales. No me canso de comparar el desarrollo de Brasil con nosotros:  cuando veo a la industria aeronáutica brasilera con su Embraer entrar al mercado de los Estado Unidos, ellos entraron en esta investigación tecnológica después de lo que lo hizo el peronismo en la década de los años 40 y 50 y miren dónde están ellos. Un proyecto diferente una burguesía que concebía sus intereses con los del país.

Aquello que quedó trunco y que luego el desarrollismo intento también, en esa máquina infernal de interrupciones institucionales que provocaron la decadencia de todos los argentinos, hasta el modelo neoliberal de transferencia de los años 90, hasta el que estamos implementando ahora. Esto que puede sonar a un intento de clase de economía no tiene nada que ver con eso, es simplemente tratar de explicarles a todos los argentinos, a todas las argentinas cuál es la razón por la cual han descendido drásticamente los índices de desocupación. Cómo hemos podido desendeudarnos, cómo hemos podido otorgar mejoras salariales, cómo ha podido mejorarse la situación de los jubilados; cómo hemos podido desembarazarnos del Fondo Monetario Internacional.

No hay misterios, argentinos. Es el modelo económico de claro perfil industrialista. Y también sobre esto creo que tenemos que dar algunas precisiones, porque también, durante muchísimo tiempo, los argentinos parece que fuéramos expertos por allí en plantearnos falsas contradicciones que nos frustran y nos hacen fracasar. Pero durante mucho tiempo, durante mucho tiempo, hubo una aparente contradicción entre economía agrícola ganadera o economía industrial, entre mercado interno o exportación. Hemos roto los tabúes, hemos demostrado que podemos tener una economía con una muy buena, casi récord, producción agrícola, un proceso de reindustrialización que ha permitido que descienda el índice de desocupación y aumenten las exportaciones y al mismo tiempo los argentinos han mejorado su calidad de vida. Los indicadores sociales así lo demuestran. Y al que no le gusten los indicadores sociales los invito a que vean cómo la gente ha vuelto a consumir. Es cierto que todavía nos falta, es cierto que todavía hay franjas de pobreza, de inequidad pero, estamos mejorando con mucho esfuerzo la calidad de vida de todos los argentinos.

Y la diferencia exacta yo la veía hace pocos días cuando lo acompañé a usted, Presidente, a un pequeño pueblo del sur de la provincia de Santa Fe: Las Parejas. Un pueblito en el que Kirchner había ido en el año 2002 cuando era candidato. En esos momentos ese pequeño pueblito del sur del santafesino tenía uno de los índices de desocupación más altos del país, casi el 30 por ciento. Hace dos días fuimos a inaugurar una muestra de máquinas agrícolas ganaderas, metalmecánica. Hoy, la desocupación en Las Parejas es 0% y falta gente para trabajar.

Quiero utilizar un ejemplo excelente que dio el gobernador Obeid ese día cuando comparó lo que producía, cuál era el ingreso de una tonelada de grano, también rico ese sur santafesino como productor de grano y cuánto producía una tonelada de esos fierros argentinos a los que se le incorpora tecnología y valor agregado. Una tonelada de grano: 300 dólares. Una tonelada de valor, de trabajo argentino incorporado al trabajo industrial: 10 mil dólares. Los 9 mil 700 dólares son salarios de argentinos, es trabajo argentino, es valor agregado argentino. Significa entonces que este modelo de perfil industrialista pero, con matriz de acumulación diversificada, porque también tenemos que aprender de la historia vieja y reciente. La primera, la que les contaba, cuando una clase dirigente nacional había elegido un único instrumento de acumulación: la producción agrícola ganadera; y un cambio del ciclo económico internacional nos quebró. Y la otra cuestión que tenemos que aprender de la historia reciente es que hace muy poco tiempo la teoría de la dependencia establecía que quienes producíamos commodities íbamos a estar siempre dependiendo de los que producían valor agregado.

Se han revertido los términos del intercambio, porque lo que tenemos que aprender quienes tenemos responsabilidades institucionales, quienes aspiramos a conducir la vida de los argentinos, es a no tener las cabezas cerradas. A entender que nada es inmutable, sólo la muerte es inmutable. Que las cosas cambian y hay que tener la inteligencia y aprender con los cambios y saltar para arriba y para adelante. Esta es la responsabilidad que tenemos quienes solicitamos el voto popular.
Esta Argentina que hoy tiene nuevas esperanzas de que una vida mejor es posible y entonces se necesita que este modelo, en esta Argentina que viene también sea institucionalizado. Las elecciones a presidente no pueden ser más una ruleta rusa para los argentinos, donde si gana uno vamos para allá y si gana el otro vamos para el otro lado. Esto no lo tolera más ni el país, ni la sociedad, ni la historia.

Necesitamos no jugar más a la ruleta rusa, necesitamos darle un rumbo perseverante y ahondar nuestros esfuerzos y nuestro trabajo en ello. Y en esa institucionalidad hay roles que cumplir. El Estado abordando la planificación estratégica en materia de infraestructura logística y social. Een educación, porque durante mucho tiempo en la Argentina discutimos acerca del financiamiento de la educación, que no podíamos mejorar la educación porque no había plata. Ahora este modelo de acumulación ha hecho crecer el presupuesto educativo a cifras nunca vistas, comprometiéndonos que al 2010 en el año del Bicentenario vamos a tener seis puntos del PBI destinados a educación. Yo creo que vamos a llegar antes, creo que vamos a llegar antes. Pero entonces argentinos, pero entonces argentinos ya no vamos a tener más excusas, vamos a necesitar mejorar entonces la calidad de la educación. Porque tenemos que darle innovación tecnológica a todo lo que estamos haciendo y entonces el rol de la educación en la preparación de ciudadanos y ciudadanas para el mundo que se viene es vital.

También proponer, en esta institucionalización del modelo para evitar lo que les decía hace unos instantes, un acuerdo el diálogo social en la Argentina, en el cual tenemos una rica historia, empresarios, trabajadores y la pata del Estado que redirecciona y garantiza las condiciones macroeconómicas de no endeudamiento, de superávit fiscal primario, de superávit comercial, de tipo de cambio competitivo, de reservas suficientes para evitar cualquier cimbronazo. Esas condiciones macroeconómicas no pueden ser solamente de un gobierno, o de un presidente de turno. Tienen que ser patrimonio de todos los argentinos y tiene que ser institucionalizado.

Yo veía, en un acuerdo donde empresarios y trabajadores podamos acordar junto al Estado cuáles van a ser las metas a mediano y largo plazo, no solamente discutir precios o salarios, fijar el modelo en que vamos a trabajar y producir porque es lo que más le conviene al país.  Este acuerdo institucionalizado es lo que va a garantizar entonces la novedad del cambio, que es precisamente seguir en una misma dirección, evitando esos cimbronazos de un lado al otro que este país, que este país, nuestro país, tuvo durante las últimas décadas y que nos dejaron al borde de la extinción social.

Esto requiere, no solamente un Estado sino también empresarios. Empresarios que no tienen por qué ser buenos, yo no quiero empresarios buenos y sensibles, quiero empresarios inteligentes y que sepan contar. Y que sea en ese orden: primero inteligentes. Porque algunos solamente saben contar y entonces se aferran a proyectos o economías “casinos” y “burbujas” que tienen poca sustentabilidad en el tiempo y que finalmente hacen que el conjunto se desplome.

Es por eso que esta segunda construcción de este modelo económico de acumulación con inclusión social, que es la única manera en que concebimos al crecimiento. Ya conocimos el crecimiento de la década de los 90 donde crecía la economía y la gente se caía, el país desaparecía. Algunos creyeron que habían desaparecido los sindicatos y se alegraban. No se habían dado cuenta de que, en realidad, lo que había desaparecido era el trabajo en la República Argentina y cuando se dieron cuenta era demasiado tarde.  Como ese verso de Bertol Brecht.
Miren, hace poco cuando estuve en la OIT me tocó hablar después que el empresario Cuevas, Juan José Cuevas que fuera el jefe, por así decirlo, de la central empresaria española protagonista del milagro de crecimiento que hoy tiene España. Treinta años estuvo al frente de la central empresaria encabezando la construcción de ese modelo de acumulación y hablaba de la necesidad de tener centrales empresarias y sindicatos fuertes que puedan negociar y apostar a un modelo de crecimiento. Él centraba en esto una de las claves del secreto del modelo español.

Tenemos que aprender, argentinos, de nuestra propia historia, no para trasladar experiencias que normalmente son intransferibles pero, para aprender cómo podemos desde nuestra propia idiosincrasia, de nuestra propia identidad, de nuestra propia estructura económica social, plantearle un modelo de vida a los argentinos. Los argentinos necesitan certeza no se puede vivir levantándose todos los días pensando que va a perder el trabajo o que tal vez todo le vaya a salir mal.

Y ahí es donde quiero hablar de la tercera construcción, tal vez la más importante porque es la más difícil: lo que yo denomino la construcción cultural. Esa autoestima que los argentinos habíamos perdido, ese creernos los peores y que todo nos iba a salir mal, esa cultura del fracaso. El otro día leía que un importante ejecutivo de un banco español hablaba de la experiencia en Latinoamérica y aquí especialmente en Argentina, y decía no entender porque el fracaso tiene tanto prestigio intelectual en estas regiones. Este solazarnos en que todo es negativo en que todo va a salir mal, en que nada puede durar, en que todo es de corta vida y duración y alcance y que todo está mal. Este querer que el otro fracase casi reconociéndonos o regocijándonos en el fracaso del otro.

No significa tampoco que tengamos que ser tontos voluntaristas pero, por favor, la autoestima y la reconstrucción de una cultura del esfuerzo y del trabajo tiene que ser el eje central de la Argentina que viene.

Y sobre esto, permítanme quiero recurrir a mis compañeras de género, a las mujeres formadoras de valores, la primera formadora de valores junto a su hijo. Y ustedes saben que nunca he concebido al género como un espacio de confrontación lo consideró ridículo eso. Yo creo en el espacio del género como un espacio de articulación y cooperación del otro, ya la vida es demasiado dura y difícil como para buscar en quién es el compañero casi un contrincante. Nunca he concebido al género en estos términos pero, permítanme decirles que las mujeres tenemos algunas aptitudes diferentes, propias. No mejores ni peores, propias, diferentes. Estamos preparadas biológicamente para soportar el dolor. Formadas culturalmente para enfrentar la adversidad. Todas sabemos que la vida es difícil pero, cuando se es mujer, es mucho más difícil todavía. En la profesión, en la política, en la empresa, en el trabajo, en todo, en todo. Siempre es más difícil.
Y estamos preparadas además funcionalmente para desarrollar actividades en simultáneo, en lo público y en lo privado, aún en las más altas esferas de decisión. Siempre, en simultáneo.  Miren: no es casualidad que durante la dictadura hayan sido mujeres las que se pusieron pañuelos blancos en la cabeza para buscar a los desaparecidos políticos. No es casualidad que luego, cuando los desaparecidos eran “los desaparecidos sociales” hayan sido mayoría los hogares con mujeres solas al frente de las jefaturas del hogar porque los hombres se habían ido. Pero también quiero decir algo, esos millones de mujeres que han quedado solas al frente de su familia no es porque el hombre que se fue era malo. Es la miseria muchas veces lo que ha disuelto a la familia en la República Argentina. El hombre está preparado culturalmente

para proveer, para mantener, para proteger. Cuando queda sin trabajo se quiebra, se quiebra culturalmente y entonces se va. Es a esas mujeres que yo convoco a la formación de estos valores, de la cultura del trabajo y del esfuerzo y de la perseverancia. Porque en esto de trabajar y ser perseverantes hemos dado muestras sobradas.

Quiero decirles, argentinos, que además de estas tres construcciones de Estado democrático de modelo económico de acumulación con inclusión social, de cambio cultural, de paradigma cultural lo hemos hecho, además, desde aquí desde nuestra casa, de América Latina, sin la ficción del primer mundo. Aquí en la región tenemos identidad y pertenencia no para negarnos al resto del mundo sino para reconocernos mejor y proyectarnos mejor también. Y, además, argentinos, lo hemos hecho sin aporrear, sin palos. Yo recuerdo esa Argentina del primer año, de los primeros días. Miles y miles de argentinos sin trabajo cortando puentes, calles, avenidas. Miles, miles. Hagamos ejercicio de memoria. ¿Cuántas veces le decían a usted, Presidente, que había que proceder con mano dura restableciendo el orden? Y usted apostó a una Argentina diferente, a una Argentina sin palos, a una Argentina donde nunca más un presidente se tuviera que ir porque unos argentinos habían matado a otros argentinos. A eso apostamos: a la vida. A la vida. A la canalización democrática de la conflictividad social. Porque, argentinos, es mentira que alguien pueda hacer desaparecer la conflictividad social. Basta mirar la historia, basta mirar el mundo. La conflictividad social hace a la esencia humana. Lo importante, argentinos y argentinas, es poder procesarlas y canalizarlas democráticamente defendiendo la vida, defendiendo los derechos humanos de todos, claro que de todos. Pero hemos sufrido demasiado. Apostemos una vez más a la vida y a la convivencia.
Yo quisiera también, Presidente, decirle algo para finalizar. Porque siempre he dicho que si tuviera que elegir alguno de los logros de estas construcciones, siempre he dicho que apostaría sin lugar a dudas por la construcción de la autoestima. Esa autoestima que usted les devolvió a los argentinos. Pero permítame decirle que a esa autoestima que usted les devolvió a los argentinos, también acaba de agregarle un gesto personal político sin precedentes. Porque no es común, en los tiempos que corren ni en la Argentina ni en el mundo que alguien con más del 70% de opinión positiva, con más del 50%de intención de voto, y con las posibilidades de seguir decida no hacerlo. No es común, no es común. Ese tal vez haya sido el cambio más importante porque no es el cambio que tienen que hacer los otros que siempre es más fácil de mandarlo. Es el cambio que cada uno de nosotros tenemos que hacer de las propias conductas. Y usted lo había dicho pero, no se lo creían. Se lo había dicho a connotados periodistas, a políticos, a funcionarios suyos, a compañeros suyos. Yo veía cuando usted lo decía que lo miraban como, bueno, como se mira a alguien cuando uno piensa que, bueno… es el Presidente pero que en el fondo no le cree. Así lo miraban.

Y no era que desconfiaran de usted. Tampoco es que quienes puedan ir a demandar nuevamente la voluntad popular esté mal que lo hagan. No, no. No le creían porque ninguno, absolutamente ninguno, hubiera hecho lo que usted hizo. Esto es y esto es lo que lo convierte en un gesto distintivo.

Mariano Moreno, Mariano Moreno… ustedes saben uno de mis próceres predilectos, el favorito es Belgrano. Mariano Moreno hablaba de la autoridad del ejemplo, él hablaba de la autoridad del ejemplo. Usted tiene autoridad pero, no porque se enoje sino por lo que hizo y por lo que hace. Esa es la autoridad, la de la propia conducta.
Y quiero decirle que tampoco se la crea, no es un héroe no es ningún héroe. Pero tampoco es un hombre común por más que usted tenga la sincera vocación de ser un hombre común. Es, y no desde ahora, desde que lo conocí, un hombre fuera de lo común. Absolutamente y ahora a más de 30 años me lo viene a confirmar una vez más la decisión y la comprensión política del mundo, de la sociedad y de las necesidades de ejemplo que tenemos los argentinos.
Quiero, para terminar, agradecerles a todos ustedes su presencia aquí. Agradecerles también a los millones y millones de ciudadanas y ciudadanos argentinos que nos acompañan, que creen que confían, no en nosotros, sino que han vuelto a confiar en ellos mismos de que un país diferente es posible. Y que no solamente lo queremos, sino que nos lo debemos como argentinos. Un país diferente. Esto es lo que, allá por el 2003, planteábamos: un país en serio, un país normal, un país en el cual volvamos a reconocernos todos y cada uno de nosotros. Por eso en esta tarde, en mi querida ciudad, quiero agradecer profundamente. Y a usted Presidente, decirle que los argentinos no lo van a olvidar. Lo único que espero y permítame un ejercicio de egoísmo personal, todos somos un poco egoístas: espero que no lo extrañen demasiado.
Muchas gracias. Muchas gracias argentinos. Muchas gracias argentinas. Fuerza. Podemos. Miren adonde estamos y miren de dónde venimos. Vamos a poder. Si pudieron nuestros próceres con tan pocos elementos ¿cómo no vamos a poder no hacerlo nosotros, con fuerza con convicción, con coraje, por la patria por la Argentina, por nosotros mismos?

Muchas gracias y hasta siempre.

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