enero 20, 2020
La paradoja argentina o cuando Netflix hizo lo que tendría que haber hecho Comodoro Py y Comodoro Py hizo lo que hace Netflix

 

Si, ya sé. El título es demasiado largo, pero no se me ocurre otro después de terminar de ver por tercera vez el documental “Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía”. 

Primero quiero hacerme cargo de mis prejuicios acerca de lo que uno esperaba que iba a hacer un documentalista inglés en una plataforma estadounidense con un tema como el de Nisman. Comprobé que se puede ser inglés, producir para EEUU, pero tener objetividad y honestidad intelectual.

Segundo, quiero reconocer que tengo mi autoestima demasiado elevada y me consideraba invulnerable -por formación e información- a la influencia de los medios de comunicación a la hora de hacer análisis y arribar a conclusiones. Y eso no es nada bueno. 

Si antes de ver este documental alguien me preguntaba que opinaba del trabajo de la fiscal del caso Nisman, Viviana Fein, hubiera dicho, cuanto menos y que sea publicable, que no había dado la talla. Sin embargo, luego de haber visto todo lo que hizo, con filmaciones, fotos, testimonios y haber escuchado su propia palabra… chapeau. Recuerdo una idea que expresó en el documental, y que palabras mas, palabras menos dice: “Una investigación, un expediente no se puede basar en expectativas, se basa en hechos y en pruebas”. Creo que esa fue mas o menos la frase o, lo que es más importante, el concepto.

Salvado mi reconocimiento sobre prejuicios y sobreestimación personal, no puedo soslayar mi doble condición de cinéfila y madre de una joven cineasta, y decir que en términos cinematográficos y artísticos, el documental “Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía”, es de una calidad excepcional. Podría agregar, sin temor a equivocarme, pocas veces vista. Dirección, producción, edición, fotografía, cámara, música y un ritmo in crescendo francamente memorables. Sin embargo, una de las cosas que más me gustó fue la ausencia total de una “voz en off” que, en cierta manera, intentara inducir la interpretación de hechos y testimonios. Lo que se dice un auténtico y verdadero documental en términos jurídicos. 

Y aquí viene, tal vez, lo más importante: lo jurídico. Porque claro, a nadie se le puede escapar que la presidenta del título soy yo y que aborda un hecho que conmovió al país, en un año de elecciones presidenciales al final de mi segundo mandato y que fue utilizado por la entonces oposición política para llegar al poder y por dirigentes de ciertas potencias mundiales para dirimir intereses en el conflicto geopolítico global. Y aquí vuelvo al título… Lo que pudo lograr Justin Webster que no es abogado, ni juez, ni tiene responsabilidades institucionales: mostrar los hechos con objetividad, sin omisiones de testimonios y circunstancias, sin inventar hechos que no existieron y menos aún desarrollar hipótesis y relatos sin pruebas que los sustenten y que, al hacerlo, las conviertan en verdades.

Por el contrario, nada como Comodoro Py y parte del Poder Judicial para producir ficciones, dirigidas y guionadas en detalle por los servicios de inteligencia -nacionales y extranjeros- y difundidas por los medios de comunicación hegemónicos. Lástima que estos directores y estos guionistas no ganarán el único premio al que debe aspirar la verdadera Justicia: descubrir la verdad y darla a conocer.

La verdad… algo que nunca buscó ni Comodoro Py, ni la mayor parte del Poder Judicial que tuvo intervención -claro que con honrosas excepciones- en este caso. Ni tampoco, y no hace falta decirlo después de 26 años de impunidad, en la causa AMIA. 

El documental de Justin Webster ha logrado testimonios inéditos de servicios extranjeros, declaraciones y contradicciones de ex miembros de los servicios de inteligencia nacionales que tuvieron actuación y vinculación directa en ambos casos y un trabajo de investigación que de ser abordado en términos jurídicos e institucionales seguramente permita arribar a conclusiones que tengan que ver con lo que realmente sucedió.

No puedo dejar de mencionar la infinita tristeza al ver y escuchar, al final del documental y al final de su vida, a Héctor Timerman, judío y canciller argentino que quiso que se conociera la verdad sobre el atentado a la AMIA. Dejó allí no sólo su testimonio, sino su legado de vida: “si hay algo que le quiero decir a mis nietas es que su abuelo hizo todo lo posible por encontrar la verdad de un caso importante. Y si hay algo que quiero transmitirles es que no sean cobardes nunca en la vida. Que si tienen una causa, la sigan hasta el final… pase lo que pase y cueste lo que cueste”.

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